Atrapada estoy en este laberinto, soñando sin tiempo y sin olvido, esperando el milagro cotidiano que me llene de sed como a un mendigo. No sé si eres presente o si fue ayer, sé que vienes de siglos, que aunque te pierda hoy, mañana te hallaré en mi camino, me lo dice mi sangre y este luto que siento porque tu lo has querido, pero te quiero tanto que me sacio de llevarte conmigo. Estás en cada amanecer, en cada rayo de sol que me acaricia, en los ojos del perro vagabundo que parece entender como persigo la estrella que te alumbra, cuando en mis noches sin sueño mis manos en celo en vano te buscan. Estás en los ojos de ese niño que me tiende sus brazos buscando abrigo, mientras aprieto mis labios resguardando tu nombre, que me estalla en el alma como un grito. No, no hay tiempo ni distancia, ni llanto, ni olvido eres la vida que me llama y me lleva en sus alas al cielo y al abismo. Te encontraré mañana, si no es hoy quizá entre otras gentes, quizá en otro sitio. Tal vez cuando la muerte...